Flow), Memorias de un caracol es una indudable obra maestra del stop motion del director australiano Adam Elliott, que ya había realizado otra maravilla titulada Mary & Max. Aquí, la trama sigue a una joven mujer que narra los altos y bajos de su vida luego de ser separada de su hermano gemelo cuando eran niños.
Así como Memorias de un caracol, la bella producción sa La vida de Calabacín es una demostración de que la animación puede abordar temáticas adultas, y no por ello estar desprovista de ternura. Esta es la historia de un niño que, al quedarse trágicamente sin madre, debe ir a vivir a un orfanato, donde tiene la esperanza de ser adoptado por una familia.
Anomalisa es otra producción en stop motion plantada firmemente en el mundo adulto, explorando temas como la soledad y el hastío existencial con un ingenioso recurso visual y auditivo. La trama sigue a un exitoso ejecutivo y orador que viaja mucho por trabajo, y que cree encender de nuevo la chispa de su vida cuando conoce a una mujer que resalta sobre todos los demás.
La animación en stop motion no es la norma en la filmografía del cineasta mexicano Guillermo del Toro, pero sí fue su primer pasión, y la técnica se alinea con la fantasía oscura tan común en su obra. Por eso, su Pinocho es tanto el cuento de hadas que ya conocemos, pero también una historia que honra la desobediencia ante el ascenso del fascismo.
Marcel, el caracol con zapatos mezcla esta forma de animación con acción real (o live action) para contar la historia de un caracol de mar viviente y su abuela, que habitan una casa humana y son filmados para un documental.