La saga literaria de ciencia ficción distópica para adolescentes, escrita por Suzanne Collins, encuentra una adaptación fílmica satisfactoria en manos del director Gary Ross (Seabiscuit: Alma de héroes). Temáticamente, Los juegos del hambre es como una versión “deslactosada” de películas como Battle Royale, pero no por ello deja de ser una película emocionante que te mantendrá al filo de tu asiento. La clave está en la convincente actuación de Jennifer Lawrence, en el papel que la convirtió en estrella.
Si la primera película representó un satisfactorio salto al cine para la saga literaria de ciencia ficción escrita por Suzanne Collins, la segunda la consolidó como un auténtico éxito que superó a su predecesora. Los Juegos del Hambre: En llamas dispone de las cuestionables decisiones estilísticas de la primera parte, convirtiéndose en una secuela convencional pero efectiva, más grande y emocionante que, además, terminó de cimentar a Jennifer Lawrence como una gran estrella juvenil en su momento.
Al igual que la saga de Crepúsculo, la de Los Juegos del Hambre se contagió del mismo peculiar caso de la “secuelitis” iniciado con Harry Potter: nos referimos, claro, a esa costumbre de dividir el capítulo final de la historia en dos partes para, más que nada, recaudar el doble de dinero en taquilla. Y del mismo modo que con Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 1 y Crepúsculo la saga: Amanecer – Parte 1, Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 1 resta impacto a su material de origen, convirtiéndose en una primera entrega con una carga dramática decente y hasta un subtexto político medianamente interesante, pero prácticamente nada de acción que valga la pena. Al final, se trata de una serie de discursos enunciados por Jennifer Lawrence que son solamente necesarios para brindar contexto a la innecesaria continuación, y que se mantienen más o menos interesantes únicamente gracias al carisma de su protagonista.
Con Los Juegos del Hambre: Sinsajo – El final, la famosa saga literaria de ciencia ficción distópica de Suzanne Collins concluye su adaptación fílmica de manera satisfactoria, en su mayor parte. Tal como pasó con ambas entregas de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, la división del último libro de Sinsajo en dos películas resulta en una narrativa precipitada que, al contrario de su predecesora, está sobrecargada de acción con poco contexto. Sin embargo, la película es una bien lograda película de acción y ciencia ficción que, además, destaca por ser la última aparición fílmica del enorme Philip Seymour Hoffman (Capote), quien murió después de concluir filmaciones.
Aunque se extendió demasiado en su último capítulo, la franquicia de Los Juegos del Hambre es muy cerrada, con una buena historia que desarrolla el viaje de Katniss (Jennifer Lawrence). Ahora, permaneciendo en el mismo universo, en Los juegos del hambre: Balada de pájaros cantores y serpientes seguimos la historia del mayor villano de la saga: el presidente Snow. Ya no en la vejez, interpretado por Donald Sutherland, sino en su juventud, ahora interpretado por el talentoso Tom Blyth. Es una historia de creación de personalidad, en la que seguimos el desarrollo de este odiado personaje, desde su dura infancia hasta su brillantez juvenil y el complicado romance de Lucy Gray (Rachel Zegler, el punto débil de la película). El cineasta Francis Lawrence, que dirigió todas las demás películas de la franquicia, regresa a la silla de director y hace un buen trabajo, aportando elementos que ya tuvieron éxito (como los juegos, la mejor escena de la película) con otras novedades, como escenas musicales inesperadas.