Estación central (Central do Brasil) es una de las películas más grandes —si no la más grande— de la historia del cine en Brasil, que muestra un momento de transición en el país, ya bastante urbanizado pero aún con sus raíces rurales. También es el retrato de una época que hoy parece un pasado distante, en la cual la carta aún tenía un peso fundamental en la comunicación familiar. Todo esto es el trasfondo para contar una historia sobre una relación improbable, entre una profesora jubilada que ha perdido la esperanza en la vida y un niño recién huérfano en busca de su familia. El resultado es una película conmovedora y cautivadora, con una actuación magistral de Fernanda Montenegro, quien fue nominada al Oscar (la primera latinoamericana y la única brasileña en recibir tal honor), al Globo de Oro y ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín. La película también fue nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera, coronando el excelente trabajo del director Walter Salles (Diarios de motocicleta) y la fotografía de Walter Carvalho (La película de mi vida).
Río de Janeiro, 1950. Eurídice, de 18 años, y Guida, de 20, son dos hermanas inseparables que viven en casa con sus conservadores padres. Aunque inmersas en una vida tradicional, cada una alimenta un sueño: Eurídice el de convertirse en una pianista de renombre, Guida el de encontrar el amor verdadero. En un giro dramático, son separadas por su padre y obligadas a vivir en lugares distintos. Tendrán que tomar así el control de sus propios destinos, sin perder la esperanza de volver a encontrarse.
En São Paulo, en 1980, el joven obrero Tião y su novia María deciden casarse al saber que ella está embarazada. Al mismo tiempo, estalla una huelga en la fábrica donde trabaja Tião. El movimiento divide a los operarios. El temor a perder su trabajo y a no poder hacer frente a sus obligaciones, lo lleva a oponerse a la huelga y, por lo tanto, a su padre, un sindicalista que estuvo en la cárcel en los primeros años de la dictadura.
