Tierras perdidas

Tierras perdidas (In the Lost Lands) es una película que provoca un sincero malestar: todo parece exagerado, fuera de tono, artificial. Se parte de la historia, inspirada en un relato de George R. R. Martin (de Game of Thrones), sobre una bruja (Milla Jovovich) que, tras escapar de la horca, necesita huir de las fuerzas policiales. A su lado, un secuaz mercenario (Dave Bautista) que la ayuda a explorar las Tierras Perdidas en busca de un hombre lobo. Es caótico, ¿no? Suena más complicado de lo que es, ya que el director Paul W. S. Anderson (de la franquicia Resident Evil) nos trae su película más experimental hasta el momento. La historia queda relegada a un interesante ejercicio visual, en el que se rompen las fronteras estéticas entre el cine y los videojuegos. Anderson, un cineasta bastante incomprendido, juega con los sentidos y crea interesantes collages sobre un fondo verde que, una vez más, cuestionan los límites del cine. Las creaciones visuales de los personajes, por su parte, se acercan más a los cómics de Sin City, en un rápido paralelismo que también puede trazarse con las películas de Robert Rodríguez. Lo mejor de todo es que mientras Paul W. S. Anderson se divierte en pantalla, modulando la escenografía, los colores y los efectos para crear esa sensación onírica, la persona en la butaca, si se deja llevar, se divertirá de verdad, en una de las verdaderas sorpresas de los cines en 2025.