Robot salvaje (The Wild Robot) es otra demostración de que DreamWorks tiene lo necesario para ser uno de los estudios de animación que ofrecen películas que van más allá del entretenimiento, para convertirse en obras de arte con corazón (WALL-E de Pixar, pero con un estilo de animación más novedoso que integra elementos 3D y de animación tradicional para emular la apariencia de las ilustraciones de un libro. A veces tropieza con cierta indulgencia por la acción y hay cosas de fondo que pueden cuestionarse –en el lenguaje escrito del libro es una cosa, ¿pero por qué forzosamente imaginamos a los personajes que cuidan y protegen como femeninos?–. Sin embargo, Robot salvaje es una película visualmente bella que abraza al corazón. De lo mejor de DreamWorks.
A veces nos dejamos llevar tanto por el poder mercadológico de estudios como Disney Pixar, y dejamos de ver hacia otros lados para historias animadas profundas y poderosas, que no necesitan de historias excesivamente complejas para emocionar. Tal es el caso de Mi amigo robot, producción hispano-sa dirigida por Pablo Berger (Blancanieves) basada en la novela gráfica Robot Dreams de Sara Varon. Situada en Nueva York durante los 80, la historia sigue a Perro, cuya vida solitaria lo lleva a comprar un robot para hacerle compañía. La amistad crece, pero un desafortunado día en la playa los obliga a separarse y ansiar el día de su reencuentro. Prácticamente sin diálogos, con una animación vibrante y un lenguaje visual cautivador, la película cuenta una historia sencilla pero profundamente conmovedora sobre (curiosamente) las relaciones humanas y el curso que toman a pesar de (o debido) a accidentes, circunstancias fortuitas e incontrolables que suceden toda la vida. Lee más en la crítica completa de Mi amigo robot.